Parir puede ser una experiencia placentera a muchas mujeres. Aunque sea un tema tabú, que poco se habla y se escucha, creo que sea un asunto para al menos reflexionar individualmente… No estoy diciendo específicamente del “parto orgásmico” en el que apenas 0,3% de las mujeres lo logran, y si de la capacidad de DISFRUTAR del proceso del nacimiento, aunque la mujer puede sentir un gran dolor físico (que prefiero llamar de “intensidad gigante”) que no necesariamente sea un sufrimiento.
¿Te acuerdas de la frasis “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” atribuida a Buda? Vamos más o menos por ahí.
En “teoría”, el hecho de tener un parto placentero puede ser más sencillo de que lo pueda aparecer. Voy a hablar brevemente de las hormonas del nacimiento, encargadas de la parte química de la fisiología, para explicar cómo.
La ADRENALINA es la hormona que se dispara cuando estamos en una situación de peligro, cuando sentimos miedo y decidimos en una fracción de segundo (instintivamente) que vamos a hacer. Al ser disparada, nuestro cuerpo se contrae, tensionándose para afrontar o huir del peligro. Durante el parto, la adrenalina favorece que la mujer esté alerta de su proceso, de la supervivencia de su cría. Es para que el bebé pueda desarrollar sus reflejos más primitivos, o sea, los instintos.
Peeeeeeero, hay que ser una dosis bajita, y antes del parto. Si durante el proceso de parto la mujer está sintiendo miedo, o esta con la cabeza en temas prácticos o demasiado mentales, la adrenalina sigue actuando, NO PERMITIENDO que el cuerpo relaje. Así el parto se ralentiza o se detiene.
Otras hormonas presentes durante el parto son la relaxina (como el nombre sugiere, se encarga de relajar el cuerpo y favorecer la movilidad); las endorfinas, que actúan anestesiando el cuerpo, permitiéndole sentir felicidad y placer, y la OXITOCINA, la más importante, también llamada de la “hormona del amor”.
Ella, juntamente con las endorfinas, envían señales a nuestro cerebro diciendo que todo está bien, que existe seguridad, confianza, paz para parir. Y mismo que haya el DOLOR FÍSICO, que es fisiológico (y por lo tanto reconocido por el cuerpo), no hace falta que la mujer SUFRA (pues el sufrimiento es algo de orden mental-emocional).
Me gusta hacer la analogía de una persona en el mar que ve una gran ola llegando. Si siente miedo e intenta huir o afrontarla, es fuertemente llevada por ella, pudiendo ahogarse y perder los sentidos. Ahora, si la persona entiende que la ola es algo natural, que necesita ocurrir y DECIDE BUCEAR PROFUNDAMENTE, observando la respiración, traspasándole y confiando que va a un lugar mejor cuando volver a la superficie, ella tiene la oportunidad de DISFRUTAR DEL INSTANTE, del camino, sintiéndole como una “olita” suave y placentera (una “marola”).
Este poder de profundizar, disfrutar, conectar con el cuerpo y con la respiración, “surfeando en la oxitocina” INDEPENDIENTE DEL CAOS EXTERNO, nos hace DESCONECTAR DEL PENSAMIENTO y ENTREGARSE A LAS SENSACIONES FÍSICAS, que suele ser algo muy placentero.
Además, anatómicamente, el bebé está rozando toda la zona del clítoris de la mujer (que es mucho más grande que la puntita que se ve externamente), estimulando con intensidad las sensaciones de placer.
Y cuanto al ambiente externo (en el hospital o en casa), se puede preparar con elementos que induzcan a la relajación: luz bajita o de velas, olores familiares o que le guste, sonidos tranquilos y familiares, libertad de movimientos, ausencia de interrupciones o, si existen, que se sean hechas de manera respetuosa, comer y beber lo que le apetece, ser tocada o mirada con amor, escuchar palabras de ánimos si así desear, etc.
En resumen: trabajar la mente, los miedos, las emociones, la respiración, la logística externa e informarse de forma completa durante el embarazo, es un buen camino a quien desea lograr un parto placentero, y, por supuesto, positivamente inolvidable.
¿Te atreves? 😉